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“Lo creativo evita la locura, y la cultura claramente salva vidas”

El Ciclo Somos vuelve a Bariloche para entrevistar a Melissa Bendersky, periodista, docente, y poeta, también autora de narrativa para infancias. Una charla que sintetiza la especial gravitación de la palabra en cada etapa y faceta de su vida. Y un adelanto de lo que podrá leerse -y también verse- en “Otra forma de nadar”, poemario de su autoría que el FER lanzará en los próximos días.

Fecha: 26 de agosto de 2025
Melissa Bendersky, periodista y poeta barilochense Crédito: Gentileza Melissa Bendersky

Por Sebastián Carapezza

Cuando supe que sería Melissa nuestra próxima entrevistada, vinieron un montón de recuerdos, anécdotas e historias vividas en aquel secundario público que cursamos juntos a mediados de los 90.  Desde ese entonces, cuando teníamos 17 o 18 años, siempre la referencié como una poeta. De estatura pequeña y con una nutrida melena ondulada, de ella escuché por primera vez el concepto “cuelga de poemas”, una modalidad de socializar los escritos que se hacía en la vía pública o en una movida artística. 

Después nos fuimos a estudiar a Buenos Aires, siguiendo el camino de letras y palabras que ya germinaban dentro nuestro. Ella estudió y se recibió de periodista en Tea, para volver a su Bariloche unos años más tarde. Compartimos entonces y durante un tiempo, un proyecto editorial en el que era coautora del suplemento literario, trasgresor y genuino, llamado “Así íbamos a las fiestas”. También publicó un puñado de sólidas notas que integraron aquel proyecto gráfico conjunto. Recuerdo su palabra precisa, el orden en la exposición de sus argumentos, las imágenes que iluminaba como metáforas cuando tenía la intención de que brillaran. 

El paso del tiempo siguió haciendo lo suyo, y continuamos encontrándonos pero sólo en alguna actividad del ecosistema literario y artístico de la ciudad. Menos frecuentes fueron esos encuentros cuando Melissa comenzó a trabajar de correctora de uno de los principales periódicos de la Patagonia, llevando estoica la desgastante jornada laboral nocturna, que invierte el orden de los factores de la vida cotidiana corriente: actividades y logística de sus dos niños, socialización familiar, compatibilidad con otros horarios mundanos, horas de sol recibidas...

Ligada a ese trabajo transitó -en auto, en bondi o a dedo; en subida o en bajada; yendo o viniendo- la Ruta Provincial 82 que conecta el centro con algunos barrios del oeste de esta ciudad, la más grande de la provincia. Quizás esas incontables horas -que acumuladas apilan días, semanas o meses de viaje- parecen haberle servido de insumo para componer las poesías de “Ruta 82”, libro publicado por la editorial municipal en 2016.

Ya estamos sentados frente a frente en un bar de Bariloche . Ella con su café doble. Yo con un té negro bien cargado de preguntas. Mientras endulzo la infusión me cuenta que su infancia transcurrió “ahí”. Levanto la vista del azúcar y veo que lo que señala es una panadería  que está a unos 50 metros de distancia.

En esa casa, mi relación con la literatura y la lectura en general, era muy fluida… Soy hija de padres que escriben y están vinculados con la cultura en general, y si bien los libros en esa época no eran baratos, siempre había alguno nuevo dando vueltas. Recuerdo que cuando leí “Alicia en el país de las maravillas”, quedé fascinada al ver que se podía contar una historia de tal manera.

También solía devorarme historias de aventuras como Sandokán, entre otras. Ya a los 6 años escribía en un cuaderno historias con diversos personajes. Y se las mostraba a mi familia; era una especie de taller de escritura informal y familiar… Lo hacíamos, sin saber que lo estábamos haciendo: escuchar qué dice el otro, dar consejos, sugerir palabras; en definitiva, en la socialización habita el sentido del trabajo de taller”.

- ¿Cómo se cuela la poesía en tu vida cotidiana? 

- En general no tengo un momento ideal para escribir. Si logro la escena con un mate o un té humeante en la mano y tiempo disponible, es porque la forcé, amanecí más temprano, dejé comida ya preparada y tengo la casa en orden, sino no surge. En invierno no puedo producir mucho porque casi todo mi tiempo libre lo gasto en alimentar el circuito de calefacción de mi hogar, que es a leña. Así que escribo cuando puedo: un domingo a la mañana, o cuando estoy sola sin ninguna emergencia doméstica.

Sin embargo, cuando tengo alguna idea para un libro, estoy siempre en estado de escritura. Los pensamientos me quedan rebotando en la cabeza. Quizás por eso me dedico a la poesía y no a la narrativa: es más corta y permite trabajar los versos en la mente, grabarlos en el celular…

Por ejemplo, la mayor parte de los poemas del libro “Ruta 82” los escribí cuando regresaba a mi hogar después de todo un día de trabajo en el periódico en el que era editora. Volvía por esa ruta a medianoche y era como una cosa alucinada, como si estuviera bajo algún efecto de drogas. Luego de pasar encerrada una jornada entera corrigiendo, frente a las luces de la computadora, salir a la noche, a la soledad de la ruta, propiciaba la aparición de fantasmas en mis relatos.

Esa obra fue como un cable a tierra para poder superar la demanda del trabajo, la maternidad, la exigencia de una nueva coyuntura familiar. Aquel trayecto de regreso era el rato que tenía para mí. También es un libro que escribí estando puérpera, un dato no menor: mi niño más pequeño tenía apenas un año cuando comencé ese diario. Sin dudas significó un desafío importante desde lo profesional y no pude dejarlo pasar. 

Creo que lo creativo evita la locura, y la cultura claramente salva vidas. En mi círculo cercano tenemos una frase que usamos seguido, que sostiene que “tener amigos poetas salva el día”. Definitivamente la poesía te rescata un montón de veces, sea por lo que escribís o lo que leés, que a veces te permite pensar algo de diferente manera. Sin dudas aquello fue un punto de fuga para una situación tensa, para salir del mundo de las obligaciones y urgencias. Era eso o las pastillas.

- El libro para infancias “El niño de los problemas urgentes” fue premiado por el FER en 2017. ¿Su escritura tuvo relación con la crianza de tus hijos?

- Empecé a escribir para las infancias por la existencia de un sobrino, antes de tener hijos. Con él jugábamos mucho y creo que fue mi primer contacto con ese mundo. Así que cuando nacieron mis hijos ya tenía cierto “entrenamiento”.

Siempre me resultó muy divertido escribir para infancias.  Así como en los talleres literarios el respeto es una condición, divertirse cuando escribís para infancias es regla. Si te aburrís en ese contexto es que algo falla, porque es como conectar con nuestra propia infancia, con las cosas que aún tienen eco y nos hacen jugar. 

También permite darse el permiso de que todo sea posible, lo que no pasa en todos los géneros. Por ejemplo, si bien hay cierta flexibilidad, en poesía hay estructuras, reglas, que son discutibles pero una vez que las estableces hay que respetarlas. Y por supuesto escribir para infancias tiene también sus propias reglas, pero siempre dentro del ámbito del juego. Se arma una estructura, y una parte importante de ella se puede romper todo el tiempo, y eso es lo divertido: jugar con cosas que en la realidad no suceden y que allí pueden pasar.

- El año pasado fuiste nuevamente premiada en la Convocatoria del FER, esta vez con el poemario “Otra forma de nadar”, ¿cómo fue el proceso de creación de esa obra?

- Escribo porque me da placer jugar con las palabras, con las ideas, con las posibilidades. Y  también me resulta un punto de fuga. A veces me sirve para entender qué es lo que me rodea, por qué un problema es de una manera y no de otra, y a veces esas respuestas surgen en forma de poemas. “Otra forma de nadar” es el resultado de un proceso personal y social que resolví de esa manera: separaciones sentimentales o entrar a la pre-menopausia, por ejemplo. 

Lo cierto es que mientras que en mi primer libro estaba puérpera, en el último entraba en esa etapa, lo que me lleva a pensar que sin dudas los ciclos vitales de las mujeres son muy importantes en la poesía. Me di cuenta de esto después de terminar la obra. Cuando le di forma y ordené los poemas, vi aparecer estos temas de manera bastante marcada. Y creo que los toqué con cierto humor, con ironía, y trabajé bastante con las fantasías. Si bien aparecen temas que son densos, en definitiva la poesía y la vida son así. 

Finalmente separé la obra en dos partes: en una aparecen esos ejes y en la segunda, llamada “Escapar para arriba”, hay poemas donde surgen cosas de mi infancia, y cuestiones que tienen que ver con lo social, lo ambiental y otras preocupaciones que me atraviesan y siempre brotan, más allá de mis ciclos vitales. 

- ¿Qué rol tienen las ilustraciones en tus obras?

- La verdad es que me encantaría ser dibujante, pintora, algo que todavía no me pasó en esta vida -aunque no termino de renunciar-. Admiro mucho a esa gente que puede expresarse desde lo visual, así que le doy mucha importancia a su rol dentro de una obra.

Muchas veces siento que lo que escribo son escenas de una película que realmente veo. Y las imágenes que incluyo en mis libros tienen que ver con eso que estoy creando. En “Otra forma de nadar” aparecen reproducciones de cuadros de la artista Viviana Blanco, y en la tapa una imagen de mi amiga Pilar Pérez. 

Algo de eso adelanta Diego Rodríguez Reis en el prólogo del libro cuando sostiene: “Melissa Bendersky escribe poesía impecablemente, en estado puro, con la palabra y con el cuerpo. Como una tierna guerrera en busca del poder espiritual, señala su objetivo (...). Arrancada de los mismos campos semánticos que pinta en “Otra forma de nadar”, se presenta y justifica sus actos así, luminosamente: “Si escribo / es porque el cuerpo responde / como el pájaro / cuando piensa ‘voy a volar’ / y las alas lo alejan del piso”.

La autora ha sido parte de distintos grupos y actividades literarias de Bariloche

Revisar cajones de letras

Todas las tardecitas
me transformo en correctora.
Marco tendencia, pongo la vara. 
Soy la ley. 
La ruta Provincial 82 es mi camino al trabajo.

Subo a un Fiat Duna de los 90, 
meto segunda tercera cuarta quinta
paso ciclistas corredores autos 
meto cambios bajo el vidrio
dejo el aire que colabore.

De a poco me transformo 
guardo lo que soy en casa 
- mis hijos, mi pareja, amigos, 
vecinos, libros, crayones, la perra,
los árboles, el paisaje, la vida, en fin-
y saco a fuerza de kilómetros, aire y adrenalina 
a la correctora que hay en mí
(…)

Esos primeros versos de su poema “De noche”, publicado en antología “Transversal” (FER, 2019), me impulsan a preguntar a Melissa por los secretos de un oficio que desarrolla hace tantos años.

- Es algo que está buenísimo. El trabajo de corrección en sí me resulta muy interesante porque te metés en el texto y en la cabeza del otro, sea un periodista que escribió una nota en media hora o un extenso libro que llevó muchos años de elaboración. Se entra al texto y se comienza a entender cómo estaba pensando el autor o la autora, y a analizar su recorrido de escritura, que es también su camino del pensamiento. Es como meterte en la casa de alguien y poder revisar todos los cajones. Entonces, si una es curiosa -yo lo soy-, seguro vas a encontrar algo que te sorprenda y vas a aprender de eso.

En definitiva, el trabajo de corrección es profundo, íntimo y desafiante porque siempre existe algo novedoso por resolver, por corregir, algo que puede no solucionarse con las fórmulas ya aplicadas, porque el contexto tiene mucho que ver. En algún punto es parecido al trabajo de taller. 

- ¿Qué importancia tiene para quien escribe participar de un taller literario? ¿Cuáles crees que son las características indispensables de esos espacios?

- A los 13 años tomé mi primer taller literario formal. Fue con Luisa Peluffo y casualmente en el espacio que actualmente coordino. Todos esos ámbitos me enriquecieron mucho porque aparecían lecturas y discusiones nuevas, que aplicaban para resolver determinadas cuestiones. La escritura, como todas las artes, tiene un aspecto social y comunitario. Y eso parece raro porque una escribe en soledad. 

Desde hace tres años coordino un taller literario en la Escuela Municipal de Arte La Llave, y creo que lo que no puede faltar nunca es la curiosidad de parte de todos sus integrantes, docentes y alumnos. Cuando una persona va a un taller, puede hacerlo por múltiples motivos: conocer gente, escribir mejor, ser escuchada… Entonces cada uno va a recibir de diferente manera lo que allí suceda. Quien coordina debería estar atento a lo que le está pasando a cada participante, sus búsquedas; acercar material que pueda ayudar para salir de la zona de confort, por ejemplo. Hay gente que escribe muy bien, pero siempre de la misma manera, usando las mismas recetas, entonces eso puede estimular. 

El respeto es otra característica que debe estar presente en esos espacios en los que el objetivo es que cada uno conozca un poco más su escritura. Si te rompen en la cara una hoja de tu trabajo o alguien es desmesurado en sus críticas, no sirve. La idea es que la persona entienda lo que querés transmitir, intentando que crezca literariamente siempre desde el respeto.

- ¿Qué políticas culturales vigentes rescatás y cuáles urgen para el sector?

- Te pongo un ejemplo: este año la Escuela Municipal de Arte La Llave cumple 40 años. En su momento allí hubo una política cultural de avanzada, que tenía mucho que ver con la coyuntura: el regreso a la democracia y un momento de mucho auge del sector.

Bariloche creció un montón desde esa época, entonces lo que debería existir ahora son dos o tres escuelas de este tipo en distintas partes de la ciudad. Si bien hay una política de extensión y se trabaja todo lo que se puede en los barrios, en bibliotecas populares y juntas vecinales, no alcanza.

A su vez este espacio podría dar un salto de profesionalización si existiera, por ejemplo, un instituto terciario donde vayan los que egresan de esta escuela. Por otro lado, en la ciudad hay una sola Biblioteca Municipal, algo que se queda muy corto en relación a la cantidad de población, sin dejar de decir que tenemos la suerte de contar con muchas bibliotecas populares. 

Cualquier cuestión que tenga que ver con la cultura, siempre es necesario que exista más; porque buena parte de la población tiene interés; porque la ciencia y la cultura son interesantes. Entonces que se decida invertir menos en teatro o cine, es ir a la reversa. 

Creo que la cultura tiene que tener el lugar que realmente merece, porque alrededor de cada evento cultural ocurren un montón de otras cosas que tienen que ver con la sociedad. Después nos sorprendemos, por ejemplo, cuando hay bullying en las escuelas, y la verdad es que potenciando áreas como salud y cultura seguramente habría menos. 

En su adolescencia Melissa participó de una revista literaria llamada “El escape” con colegas y amigos de ese entonces. Después se integró a otros espacios, como el grupo  “La luna con gatillo” donde confluyen, aún hoy, cantidad y variedad de poetas de la ciudad y alrededores.

- ¿Cómo definirías el ecosistema de poetas y escritores de la región?

- Estas tierras tienen un montón de personas que escriben con una fuerte impronta propia; y aunque aparece el reiterado tema de que en Buenos Aires no nos dan bolilla, creo que la mayor dificultad que tenemos son las enormes distancias y el clima… En otras latitudes hacen todo tipo de ferias literarias, pero en esta zona de la Patagonia, un evento de ese tipo tiene que ocurrir adentro y solo cuando las condiciones climáticas permitan llegar. 

A pesar de eso, acá hay mucho movimiento y existe mucha gente pensando en generar cosas,  existe por ejemplo la “Asamblea de poetas” que todo el tiempo hace movidas o el festival “Como un rayo” que organizan desde la biblioteca Carilafquen y reúne a poetas de todas las edades.

En cada ciudad hay referentes, faros que nos iluminamos a distancia, como Liliana Campazzo en El Cóndor, el Rafa Urretabizkaya en San Martín de los ANdes, Graciela Cross acá, Cecilia Fresco y Diego Rodríguez Reis en Villa La Angostura o Carina Rita Medina en Neuquén. En cada ciudad hay poetas, escritores, y grandes narradores como Luisa Peluffo. Me parece que pasa lo mismo que en las artes visuales: gente que gana premios a nivel nacional e internacional son nuestros vecinos, viven acá, y son personas con cabezas geniales. Hay mucho. 

En ese sentido me parece que el FER también existe porque hubo y hay un fuerte empuje de gente que escribe. Y porque el Estado decide sostener una política pública que me parece excelente, y sin dudas constituye un buen norte que habría que fortalecer aún más, para visibilizar toda esta riqueza cultural que tiene la provincia.

Por ejemplo, si no seleccionaban este último libro que escribí, difícilmente lo iba a poder publicarlo. Eso le sucede a muchos escritores, entonces resulta de vital importancia la existencia del FER y ojalá pudieran existir más políticas para potenciarlo. En ese sentido también rescato el Plan de Lectura de Rio Negro que logra que lleguen los textos que escribimos los rionegrinos cada vez a más escuelas. 

- ¿Qué consejos o sugerencias darías a las nuevas generaciones?

- Lo que se puede decir a los más jóvenes es que escriban pero también lean. Y agregaría una cosa más: salir al mundo. Estamos demasiado con la pantalla encima, chicos y grandes, y creo que hay que salir aunque sea estar en el patio mirando la naturaleza, o ir a eventos sociales, a las bibliotecas y preguntar qué se puede leer para movernos de nuestra zona de confort. Porque lo que encontremos indefectiblemente nos va a nutrir, y también es interesante saber qué es lo que no nos gusta para poder desarrollar el pensamiento crítico que tanto hace falta en estos tiempos.

Melissa me pregunta cómo va con la entrevista, si está diciendo muchas cosas banales. Lo dice con otras palabras. Le doy ánimo y le digo que vamos muy bien. “No tiré ni un título”, dice desde su faceta periodística. Una última reflexión queda sobre la mesa, valiosa propina, cuando le pregunto si le interesa la vida de un artista o solo su obra.

A veces esas dos cosas llegan juntas y querés a un artista porque coincidís ideológicamente y tenés además la suerte de que te gusta su obra. Ese es el mejor escenario. A veces solo te gusta lo que escribe. O lo conocés y no de la mejor manera. Así es que trato de separar una cosa de la otra porque en definitiva creo que la literatura sobrevive a las personas”. 

Nos levantamos para irnos. En minutos Melissa estará en el taller literario que coordina en un barrio al oeste de la ciudad. Un grupo de personas la espera para compartir sus escritos, sus pensamientos y su tiempo. No es poca cosa en la coyuntura actual, plagada de virtualidades, links, apps y demás estímulos que nos alejan de una mirada serena, una sonrisa franca o una palmadita en el hombro. Nos despedimos en la puerta del bar con un abrazo, otro gesto que debería marcar nuestra existencia.

Fotos: Gentileza Melissa Bendersky.
Ciclo Somos │ Coordinación, producción, edición: María Eugenia Aliani - Entrevista: Sebastián Carapezza

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